Un camino que te llene

Qué importante es tener un objetivo en la vida. Y no tiene por qué ser uno fijo; puede cambiar cada año, por ejemplo. Pero tiene que existir para no sentir que tenemos una existencia vacía. En algunas etapas de nuestra vida este objetivo nos viene dado automáticamente, y qué cómodo es eso, saber lo que tienes que hacer sin pensar.


En nuestra infancia simplemente tenemos que vivir el día día, jugar, sin preocuparnos por qué haremos mañana porque no tenemos muchas responsabilidades; con aprobarlo todo al final del curso y portarse bien, ya habremos hecho el trabajo que nos toca. Los siguientes años, aunque más complejos, tienen un sendero marcado: después del colegio viene el instituto, y después quizá la universidad o un ciclo formativo, y después la incursión en el mercado laboral, y los años se suceden emocionantes, divertidos, con incertidumbres suficientes para mantener el cerebro ocupado constantemente.

Sin embargo, llega un día en que ya has terminado los estudios, ya tienes el carné de conducir, ya tienes un trabajo estable, eres económicamente independiente... Los objetivos que tuviste siempre, esos que tanto te habían quitado el sueño, ya están cumplidos; los obstáculos que tanto miedo te daban están superados. De repente tienes la vida solucionada, todas las casillas de la lista de tareas pendientes del manual de la vida práctica están marcadas. ¿Y ahora qué?

Según La Sociedad™, una vez cumples los requisitos que te permiten vivir de forma independiente y estar integrado en el sistema, lo siguiente es formar una familia: encontrar pareja, vivir juntos, comprarse una vivienda, casarse y tener hijos, y si es posible, quedarse en el mismo lugar y trabajo y persona forever. Está muy bien que haya un sendero marcadito para todo aquel que pueda y quiera hacer eso, o que ni se plantee otras alternativas, pero para los que no, ¿qué hay?


Para los demás, cuando llegan a la vida adulta estándar, esa en la que lo imprescindible está solucionado, todo se vuelve plano. Esto tiene una ventaja, y es que es fácil, va solo y no hay muchos altibajos. Pero tiene grandes desventajas desde mi punto de vista: es mortalmente aburrido, crea una sensación de vacío, hace que nos sintamos inútiles en el mundo y es desquiciante pensar que la vida es así de estática. Y es ahí cuando nos damos cuenta de que hay que encontrar ese ALGO. Entonces hay dos opciones: o damos tumbos más o menos frustrados y resignados con la esperanza de (re)encontrar el caminito marcado un día y cumplir con lo que dice La Sociedad™, o nos labramos un camino y unos objetivos propios.

Esto de los objetivos propios es de todo menos sencillo. Porque ese ALGO, contrariamente a lo que tan asentado está en la mente colectiva, no tiene por qué ser una persona. No tiene por qué ser una pareja. Esa es la respuesta prefabricada, pero hay muchísimas opciones, tantas, que nos perdemos. Es abrumador darse cuenta de que existe todo un bufé libre de caminos vitales y de que tenemos mucho más poder de decisión del que creíamos —o nos habían hecho creer—. Quizá queramos volver a estudiar, y esta vez con las ideas mucho más claras sobre lo que nos gusta. Quizá sea el momento de cambiar de trabajo. Quizá queramos mandar todo a freír espárragos y cambiar de ciudad o de estilo de vida. Quizá sea el momento de escribir un libro, crear un blog, aprender un idioma, yo qué sé. No tiene por qué ser un proyecto vital de la leche. A veces, empezando por algo pequeño la senda se dibuja sola, y ese ALGO acaba llegando. De repente un día nos emocionamos muchísimo con una idea, nos ilusionamos con un proyecto y sentimos que la vida tiene mucho que ofrecer.



Es una lástima ver a tanta gente atrapada en una inercia de la que no se atreve salir, o no sabe cómo. Las personas perdemos muy fácilmente nuestro carácter individual, nuestro poder de decisión, la confianza y la valentía. Cuando se nos acaba la chuleta de la vida tendemos a quedarnos con lo cómodo y lo fácil, a dormirnos en los laureles por miedo, ¡habiendo tantas posibilidades!

Así que espero que tú, ahora, mañana o en cualquier momento, te sientes a pensar en lo que haces y en lo que en realidad te gustaría hacer* y, si se aleja mucho una cosa de la otra, encuentres el valor y la manera de vivir una vida más llena.



*Basado en "Lo que haría y lo que hago", un mantra creado por la sabia María Faber que yo ya aplico.

P. D.: Os recomiendo esta entrada del blog Vivir al Máximo, especialmente los puntos 1 y 2.

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