Estrellas fugaces

Para mí, a fin de cuentas, hay solo dos tipos de personas: los del montón y los que están a otro nivel. Creo poder afirmar que esta clasificación le sirve a todo el mundo. Cada uno como quiere, pero todos la usamos. Por un lado está la gente y, por otro, unas personas concretas que te demuestran que hay humanos en el mundo tan maravillosos que no los puedes describir. Que si te pusieras a imaginar a alguien increíble, te saldría peor. 
Ojalá tuviéramos una especie de brújula que nos llevara directamente a esas personas, para no perder tiempo y rodearte de ellas siempre. Con ellas cualquier cosa vale la pena. Cualquier experiencia es divertida, cualquier conversación es interesante, cualquier plan de futuro irrealizable parece posible. Tengo la suerte de contar con algunas de estas personas entre mis mejores amigos, pero no vengo a hablar de los que se han quedado. 

Vengo a hablar de los que solo se han asomado o se asomarán.

Todos los días estamos más o menos con la misma gente, y la mayoría es gente con la que nos podemos llevar mejor o peor, pero que está ahí por circunstancias y es la que nos ha tocado. Te acabarás haciendo amigo de muchos de ellos por el simple hecho de pasar tiempo con ellos y compartir unas mismas costumbres, por aquello de "el roce hace el cariño". Es lo que hay, yo soy yo y mis circunstancias. No quiero decir que sea malo, para nada; esas relaciones te aportan estabilidad, rutina, confianza y seguridad. Es como tu libro de cabecera, como las botas que siempre te pones, o como ver los Simpson en la tele a la hora de comer. Forman parte de ti.

Pero hay otras personas que no son la gente. No se confunden en la multitud, son individuos que brillan con luz propia. Los motivos que cada uno tiene para ver a alguien brillar son diferentes. En mi caso, por ejemplo, las personas con luz que conozco coinciden en tener una energía y una motivación inagotables para hacer cosas, tienen la capacidad de mantener una conversación decente (cualidad mucho más difícil de encontrar de lo que parece), quieren aprender y superarse continuamente, son organizados pero les gusta improvisar y hacer locuras de vez en cuando, les encanta viajar, son positivos y abiertos, tienen muchas historias que contar... En definitiva, personas con las que a las dos horas de conocerlas te irías a Burkina Faso sin nada planeado y con la certeza total de que todo saldrá bien y de que te lo pasarás pipa. 



¡Genial! Entonces, si hay personas que brillan... ¿por qué no te rodeas exclusivamente de ellas? Fácil: no se puede. Es una malísima noticia, pero no se puede, por varias razones. Para empezar, como ocurre con todo lo bueno, escasean (excepto el chocolate, menos mal que chocolate hay mucho). Si logras conocer a una de estas estrellas fugaces aunque sea un rato, ya puedes considerarte afortunado. Eso si la reconoces, porque no brillan continuamente y a veces no es fácil reconocerlas.

Otro problema es que se trata de gente inteligente. No se conforma con cualquier cosa, aunque no lo haga conscientemente. Puede que no sean exigentes a simple vista, pero lo son hasta sin querer. Se aburren con facilidad de la gente, de los sitios, de las actividades que no les aportan lo suficiente. Están en continua búsqueda de nuevas experiencias y aprendizajes. Así que es posible que, aunque te cruces con alguno de estos individuos y brille para ti, tú no seas más que otro ser que se diluye en la multitud. Lo siento, esa posibilidad existe y hay que vivir con ella.

Y el tercer obstáculo está relacionado con el anterior: son nómadas. Su ansia por crecer, aprender y descubrir cosas nuevas hace que viajar sea algo no solo inevitable, sino deseable para ellos. Se mueven mucho; tanto, que a veces acaban yéndose casi a otra dimensión. Las personas estrella fugaz se acaban esfumando. Pasan, desaparecen en un segundo, y ni tú ni yo podemos hacer nada para evitarlo.

Nos toca vivir con ello, y creo que es una de las cosas más frustrantes. Conocer a ese tipo de personas que destacan es cuestión de suerte, pero que se queden... Eso ya es hablar de milagro. No suele dar tiempo a conocerlas. La mayoría de veces solo las ves pasar por la ventana, y te causan admiración. A veces tocan a tu puerta, se asoman un rato y se van, y a la admiración se suma la seguridad de que acabas de perder la oportunidad de conocer a alguien increíble. Y a veces incluso entran en tu casa, dejan que les conozcas un poco y que descubras que, efectivamente, son increíbles, y luego se van.

Y tú te quedas a oscuras mirando por la ventana.



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