La biofiebre francesa y las coca-colas hipster

Hoy he comido en una crêperie del centro que aseguraba usar productos locales (harina de la zona, champiñones ecológicos, jamón proveniente de granjas cercanas...). No solo lo indicaba en la pizarra del exterior, sino que en la carta comentaban de dónde venían los productos. Para beber he pedido una Coca-Cola, esperando que me trajeran un refresco de esa marca o de Pepsi, pero el camarero ha aparecido con una botellita de... (he tardado más de 45 minutos en encontrarla en este inmenso mundo de Internet, dado que no me acordaba del nombre):


¡Beuk Kola, señores! Lo primero que he pensado, extrañada, ha sido: "No me creo que en un restaurante me estén encasquetando una coca cola marca la pava", como la Conga del Lidl, por poner un ejemplo, pero he examinado la etiqueta y he descubierto que es un refresco de cola con azúcar de Paraguay y del comercio justo. Un poco más de investigación internáutica me ha desvelado también que está fabricado aquí en Bretaña. Y la verdad es que no estaba mal de sabor...

Todo aquel que haya vivido en Francia recientemente se habrá percatado de que en los supermercados hay zonas de productos bio (aquí las cosas no son ecológicas, son "bio") o de que hay restaurantes que aseguran usar solo productos con esa etiqueta. Si no solo has vivido en Francia en general, sino que has llegado a habitar en el monte con las ovejas como hice yo el año pasado, habrás visto incluso supermercados enteros solo de productos bio o locales. La moda actual en Francia es comprar productos ecológicos, de la zona o del comercio justo.

En España (o en las grandes ciudades, al menos) es bastante improbable encontrarse productos de este tipo en sitios normales; si los queremos, tendremos que ir a alguna tienda o bar con pinta de alternativo, hippie o vegano que se distinga por eso. Y en caso de que algún sitio del montón utilice algo "alternativo", nunca nos enteraremos porque no lo dicen. A nadie le importa.

Sin embargo, aquí incluso se habla frecuentemente del tema. Es un concepto bastante integrado en la sociedad francesa y que parece que está ganando popularidad. Sigue teniendo un poco esa etiqueta de hípster o de esnob, ya que este tipo de productos siempre ha tenido un precio más elevado, aunque esto está cambiando. Y no olvidemos que no hace falta ir a grandes superficies a comprarlos, que es precisamente donde son más caros. Hay muchas cooperativas (o los mercadillos de toda la vida, sin ir más lejos) que llevan el producto al consumidor sin intermediarios y que llegan a ser incluso más baratos y, por supuesto, de mejor calidad.


Todo esto me ha hecho plantearme una pregunta: ¿por qué estos productos locales, del comercio justo o ecológicos tienen etiquetas (asumiendo que estas etiquetas suelen ir juntas, cosa que no ocurre) y los demás son lo normal? ¿No es mucho más lógico que, si un señor del pueblo de al lado cultiva patatas, se las compres a él y que todos salgamos ganando (el vendedor, el comprador y la naturaleza)? Es muchísimo más sencillo, natural y de cajón de pino y, sin embargo, el pensamiento general es que hay que ser alguien especialmente interesado en el medioambiente o en las cosas alternativas, quizá por simple postureo, para ser uno de estos consumidores.

Dejando de lado esta duda mía, la conclusión es que esta moda significa que hay cada vez más gente interesada en comprar productos que son mejores para nuestra salud y también para el medioambiente, que ayudan a trabajadores de países desfavorecidos o que contribuyen a desarrollar el comercio de la región, o varias de estas cosas a la vez. Sea por los ecologistas, sea por los nacionalistas o sea por simple postureo, a mí esta tendencia me parece genial. 

(Aquí terminaba el artículo en un principio. Si quieres quedarte con la visión optimista, pues ya está. Si quieres ahondar, hay más.)

Bueno, ahora viene el epílogo. Os he hablado de lo genial que es la moda bio de Francia, que es la idea que yo tenía al empezar a escribir, pero una se pone a leer y a indagar y descubre cosas como las siguientes, que no es que sean nuevas, pero se aclaran:
  • Francia tiene muy poco porcentaje de suelo agrícola destinado a la producción ecológica. No me ha quedado muy claro porque cada fuente dice lo que le parece, pero el máximo es el 4,7 %.
  • La mayor parte de productos bio que se consumen en Francia, alrededor de un 70 %, son importados.
  • De ese porcentaje de productos bio que importa Francia, gran parte viene de España, que mirad por dónde, es el país europeo con más superficie destinada a la agricultura ecológica.
  • España es de los que menos productos ecológicos consume.
¿Alguien le ve algún sentido a todo esto? Voy a citarme a mí misma un par de párrafos más arriba: "¿por qué los productos locales, del comercio justo o biológicos tienen etiquetas (asumiendo que estas etiquetas suelen ir juntas, cosa que no ocurre), y los demás son lo normal?". En efecto, que sea biológico no quiere decir que sea local. Y que sea del comercio justo directamente excluye que sea local, porque significa que viene de algún país desfavorecido. En el caso de los productos del comercio justo está justificado, porque no vivimos en ese país desfavorecido. Pero digo yo: ya que nos ponemos a comprar cosas más beneficiosas que las de grandes empresas, vamos a hacerlo bien, ¿no? Ya que nos ponemos a comprar unos tomates o unos huevos ecológicos, producidos casi como antaño, porque son mejores no solo para nuestra salud, sino también para el medioambiente, vamos a comprárselos al agricultor del pueblo vecino y así hacemos un dos por uno: ecológico y local.

Está claro que no podemos hacer eso con todos los productos, porque no todos los países producen todo en todas las épocas del año. Sin embargo, sí podemos hacerlo en la medida de lo posible y así ayudamos al comercio local, reducimos el impacto ambiental y, por qué no, otras muchas cosas, como por ejemplo financiar el fomento de una lengua. Porque una se pone a buscar un refresco y por el camino se encuentra sorpresas, como la Galicola, refresco de cola fabricado en Galicia que destina parte de sus beneficios al fomento de la lengua gallega. ¿Qué os parece?

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