Mi road trip en Yucatán (II): Playa del Carmen y Xcaret
Segunda entrega de la serie "Mi road trip de dos semanas en Yucatán".
Tras nuestra llegada algo hostil a tierras mexicanas que conté en la primera entrega, pasadas las primeras horas en el país y ya más o menos aclimatados, tocaba pasar a la segunda etapa: Playa del Carmen.
Toda la costa de Cancún está plagada de pueblecitos muy cerca los unos de los otros, así que es muy práctico seguir la línea del mar y pararte en cenotes o en restaurantes para comer. La verdad es que, cuando hice la ruta, no tenía ningún interés en visitar expresamente Playa del Carmen porque no buscaba ese tipo de turismo, pero venía muy bien como base de operaciones para puntos de alrededor.
Cuando llegamos ya era de noche y fuimos directamente al hotel a dejar las mochilas. El hotel, el Villa Alejandra, fue de mis favoritos del viaje; estaba bien cuidado, era muy cuqui y tenía piscina en el patio interior. Después de darnos una ducha, salimos a dar una vuelta por el centro. ¿Habéis estado en Benidorm? Pues esto es el Benidorm mexicano. La calle principal está llena de restaurantes y pubs temáticos, horteras y coloridos, tiendas de souvenirs y demás atracciones para turistas. No es mi concepto ideal de viaje, al menos no para todo un viaje, pero no dejó de ser curioso darse un breve paseo por un lugar con tanta animación. Recuerdo en concreto una calle muy bonita, llena de puestos de pintores y con una guirnalda de luces.
Como buen destino vacacional de playa para guiris, alrededor del pueblo están la mayoría de parques temáticos de la zona. Casi todos pertencen a la misma cadena (Xcaret, Xplor, XelHa, etc.) y, aunque seas reticente a caer en trampas turísticas de esta magnitud, te recomiendo que dejes tus principios a un lado por un día y vayas. Nosotros queríamos ir a Xplor, que es el parque más aventurero, con quads, selva y actividades del estilo, pero tuvimos la mala suerte de caer en sábado, ¡el día semanal de cierre del parque! Así que, algo resignados, fuimos a Xcaret.
Este parque se anunciaba mucho más tranquilo y familiar. Es una especie de miniMéxico, un concentrado de todas las regiones y la cultura del país en un recinto. Yo imaginaba que pasaríamos un día entretenido sin más, pero mis expectativas se vieron gratamente superadas. Está muy bien cuidado y ambientado según la zona, tiene actividades y espectáculos muy variados y es imposible hacerlo todo en un solo día. A pesar del precio elevado de la entrada, creedme que cuando terminas el día se te ha olvidado la pasta que pagaste. Además de actividades acuáticas, zonas zoológicas y botánicas y barrios temáticos (la recreación de un cementerio mexicano es supercuriosa), hay espectáculos puntuales durante el día y un gran espectáculo nocturno en un estadio inmenso que resume la historia de México hasta nuestros días. Algo largo, pero muy interesante.
Al día siguiente dejamos el hotel y volvimos a coger carretera. Siguiendo la línea de la costa hacia el sur, por la mañana paramos en el cenote Azul, el primero de los unos cuantos que haríamos en este viaje. Fuimos temprano para evitar las masas e hicimos bien, porque durante la primera hora estuvimos bastante tranquilos. Era una maravilla, un cenote de aguas azules poco profundas, sombreado y muy cómodo, con una roca de la que saltar y peces y tortugas que podías ver con un simple tubo de esnórquel.
Al salir del cenote, planeábamos parar en algún pueblo por el camino para comer, y eso hicimos. Pero lo que pensábamos que sería un pueblo (Akumal) era más bien un conglomerado de casas de alquiler y hoteles pegados a la playa, poco interesante y solo con dos o tres restaurantes desperdigados que no parecían ser buena opción. Como ya era tarde, decidimos comer de todas formas en uno de ellos y nos llevamos una sorpresa. Desde la carretera no se veía, pero La Lunita tenía una terraza al ladito del mar, con arena de playa por suelo y ni un alma a la vista. Juro que en ese momento pensé que no se podía pedir más a la vida: tranquilidad, un sol radiante, una playa de postal, un ceviche y una cerveza a la sombra de las palmeras.
Ya con el estómago lleno y la felicidad por las nubes, pasamos la tarde en un famoso cenote que nos pillaba de camino a Tulum: el Dos Ojos. Descubrimos que su fama está justificada. Su nombre viene del hecho de que en realidad hay dos cenotes muy cercanos entre sí, y los dos son espectaculares e imponentes.
Para que os sumerjáis en el ambiente, os pongo en contexto: en aquella zona amanece a las 7 y oscurece sobre las 17 h, y llegamos al cenote alrededor de las 16 h, así que la mitad del tiempo que estuvimos allí lo vimos en la penumbra (llegamos a lo mejor un poco antes, pero hay un camino de tierra con todos los baches del mundo juntos que hay que recorrer a 2 por hora para llegar a la zona de los cenotes). Creedme cuando os digo que impone estar bañándose en un cenote medio subterráneo, medio a oscuras, en el que apenas ves el fondo de un agua profundísima, que sabes que lleva allí millones de años y que era sagrado para los mayas. Se crea una atmósfera sobrenatural, misteriosa e inquitante que no he vivido en ningun otro sitio más que en México al anochecer. De repente te das cuenta de lo pequeño que eres y de que algunos sitios tienen magia. Es curiosísimo y nunca sabré explicarlo bien.
Y con esta atmósfera de misterio acaba la segunda entrega. La próxima entrada tendrá mucha agua y muchas ruinas. Os llevaré a Tulum.
RESUMEN PRÁCTICO DE ESTA ETAPA
¿Qué visitamos?
¿Dónde dormimos?
¿Dónde comimos?
Otros datos prácticos
Para ver el resto de entregas, haz clic aquí.
Tras nuestra llegada algo hostil a tierras mexicanas que conté en la primera entrega, pasadas las primeras horas en el país y ya más o menos aclimatados, tocaba pasar a la segunda etapa: Playa del Carmen.
Toda la costa de Cancún está plagada de pueblecitos muy cerca los unos de los otros, así que es muy práctico seguir la línea del mar y pararte en cenotes o en restaurantes para comer. La verdad es que, cuando hice la ruta, no tenía ningún interés en visitar expresamente Playa del Carmen porque no buscaba ese tipo de turismo, pero venía muy bien como base de operaciones para puntos de alrededor.
Cuando llegamos ya era de noche y fuimos directamente al hotel a dejar las mochilas. El hotel, el Villa Alejandra, fue de mis favoritos del viaje; estaba bien cuidado, era muy cuqui y tenía piscina en el patio interior. Después de darnos una ducha, salimos a dar una vuelta por el centro. ¿Habéis estado en Benidorm? Pues esto es el Benidorm mexicano. La calle principal está llena de restaurantes y pubs temáticos, horteras y coloridos, tiendas de souvenirs y demás atracciones para turistas. No es mi concepto ideal de viaje, al menos no para todo un viaje, pero no dejó de ser curioso darse un breve paseo por un lugar con tanta animación. Recuerdo en concreto una calle muy bonita, llena de puestos de pintores y con una guirnalda de luces.
Todos los bares son de esta guisa |
Como buen destino vacacional de playa para guiris, alrededor del pueblo están la mayoría de parques temáticos de la zona. Casi todos pertencen a la misma cadena (Xcaret, Xplor, XelHa, etc.) y, aunque seas reticente a caer en trampas turísticas de esta magnitud, te recomiendo que dejes tus principios a un lado por un día y vayas. Nosotros queríamos ir a Xplor, que es el parque más aventurero, con quads, selva y actividades del estilo, pero tuvimos la mala suerte de caer en sábado, ¡el día semanal de cierre del parque! Así que, algo resignados, fuimos a Xcaret.
La entrada es cara, pero la comida (incluida) estaba que te muereeeeees y acompañada de un concierto |
Nadando por un río semisubterráneo del parque precioso |
Este parque se anunciaba mucho más tranquilo y familiar. Es una especie de miniMéxico, un concentrado de todas las regiones y la cultura del país en un recinto. Yo imaginaba que pasaríamos un día entretenido sin más, pero mis expectativas se vieron gratamente superadas. Está muy bien cuidado y ambientado según la zona, tiene actividades y espectáculos muy variados y es imposible hacerlo todo en un solo día. A pesar del precio elevado de la entrada, creedme que cuando terminas el día se te ha olvidado la pasta que pagaste. Además de actividades acuáticas, zonas zoológicas y botánicas y barrios temáticos (la recreación de un cementerio mexicano es supercuriosa), hay espectáculos puntuales durante el día y un gran espectáculo nocturno en un estadio inmenso que resume la historia de México hasta nuestros días. Algo largo, pero muy interesante.
El espectáculo nocturno |
Al día siguiente dejamos el hotel y volvimos a coger carretera. Siguiendo la línea de la costa hacia el sur, por la mañana paramos en el cenote Azul, el primero de los unos cuantos que haríamos en este viaje. Fuimos temprano para evitar las masas e hicimos bien, porque durante la primera hora estuvimos bastante tranquilos. Era una maravilla, un cenote de aguas azules poco profundas, sombreado y muy cómodo, con una roca de la que saltar y peces y tortugas que podías ver con un simple tubo de esnórquel.
A punto de saltar |
Al salir del cenote, planeábamos parar en algún pueblo por el camino para comer, y eso hicimos. Pero lo que pensábamos que sería un pueblo (Akumal) era más bien un conglomerado de casas de alquiler y hoteles pegados a la playa, poco interesante y solo con dos o tres restaurantes desperdigados que no parecían ser buena opción. Como ya era tarde, decidimos comer de todas formas en uno de ellos y nos llevamos una sorpresa. Desde la carretera no se veía, pero La Lunita tenía una terraza al ladito del mar, con arena de playa por suelo y ni un alma a la vista. Juro que en ese momento pensé que no se podía pedir más a la vida: tranquilidad, un sol radiante, una playa de postal, un ceviche y una cerveza a la sombra de las palmeras.
Esto sí que es VIDA |
Ya con el estómago lleno y la felicidad por las nubes, pasamos la tarde en un famoso cenote que nos pillaba de camino a Tulum: el Dos Ojos. Descubrimos que su fama está justificada. Su nombre viene del hecho de que en realidad hay dos cenotes muy cercanos entre sí, y los dos son espectaculares e imponentes.
Los dos ojos |
Para que os sumerjáis en el ambiente, os pongo en contexto: en aquella zona amanece a las 7 y oscurece sobre las 17 h, y llegamos al cenote alrededor de las 16 h, así que la mitad del tiempo que estuvimos allí lo vimos en la penumbra (llegamos a lo mejor un poco antes, pero hay un camino de tierra con todos los baches del mundo juntos que hay que recorrer a 2 por hora para llegar a la zona de los cenotes). Creedme cuando os digo que impone estar bañándose en un cenote medio subterráneo, medio a oscuras, en el que apenas ves el fondo de un agua profundísima, que sabes que lleva allí millones de años y que era sagrado para los mayas. Se crea una atmósfera sobrenatural, misteriosa e inquitante que no he vivido en ningun otro sitio más que en México al anochecer. De repente te das cuenta de lo pequeño que eres y de que algunos sitios tienen magia. Es curiosísimo y nunca sabré explicarlo bien.
Todo elegancia bajo el agua |
La parte seca de uno de los cenotes |
Y con esta atmósfera de misterio acaba la segunda entrega. La próxima entrada tendrá mucha agua y muchas ruinas. Os llevaré a Tulum.
RESUMEN PRÁCTICO DE ESTA ETAPA
¿Qué visitamos?
- Playa del Carmen
- Parque Xcaret (unos 120 €)
- Cenote Azul (unos 100 pesos, 5 €)
- Cenote Dos Ojos (350 pesos, unos 17 €)
¿Dónde dormimos?
¿Dónde comimos?
- Las dos cenas: picoteo comprado en el súper
- Desayuno: incluido en el alojamiento
- Comida en el parque: incluida en la entrada
- Comida el día de los cenotes: La Lunita, unos 15 €/persona
Otros datos prácticos
- Llevad camisetas antiUV para los cenotes, la crema solar está prohibida y es muy contaminante.
- También es mejor llevar calzado como cangrejeras o sandalias, no chanclas.
- Y una máscara de buceo, estas de Decathlon son lo mejor.
Para ver el resto de entregas, haz clic aquí.
Comentarios
Publicar un comentario
No olvides ser respetuoso conmigo y con los demás usuarios :)